Con la frase que titulamos este artículo (del profesor de psicología Richard Ryan), abrimos una puerta inmensa a lo que se busca expresar en esta oportunidad. Y es que relacionarse estrechamente con el mundo del cual salimos, sus organismos y elementos, sin duda trae una sensación de equilibrio que no se compara a lo común.
Un paseo por el campo o la playa trae a las personas que continuamente están rodeadas del cemento y lo artificial, una limpieza anímica impresionante, al comenzar a relacionarse nuevamente con un mundo que fluye por sus propios medios y no controlamos. Aquel verde que aún sigue virgen de la mano del hombre y mantiene su vitalidad, transmitiendola a cada uno de nosotros.
El aire limpio, el silencio, la luz natural, nos recuerda el ecosistema del cual venimos desde hace miles de años, y que lastimosamente olvidamos luego de semanas de rutina en la ciudad que nos hace pensar que fuera de nuestros muros no existe nada, o si existe es peligroso e inseguro.
Es normal ver que aquel que se arriesga a salir de su burbuja y aventurarse en aquel mundo vivo, deseará tener en su propia casa así sea una pequeña muestra de tal belleza, como una planta en una maceta, o algún animal doméstico. Pero, esto llenará al 100% la necesidad? sin duda no, por ello la invitación es a vivir más conectados con nuestro entorno verde. Aprovechar cada oportunidad y vivir en carne propia aquellas dosis de beneficios que la creación tiene para cada uno.