El mandala es una simbolización del equilibrio del universo y su evolución desde un punto central (el centro del todo). Normalmente está conformado por patrones geométricos y simétricos y los materiales con los cuales se podría construir son muy variados.
La naturaleza durante siglos ha servido de inspiración en el arte, y los mandalas son representación viva de la misma, sus formas son evidentes en la visual en espiral de las galaxias, los anillos de los árboles, la disposición de los pétalos de las flores, el orden del interior de los frutos, el átomo con su núcleo rodeado de electrones... todo, una recordación de lo sagrado del centro.
Salir a dar un paseo por el campo puede fácilmente abrir la imaginación y potenciar la inspiración de una manera inmensa, solo con observar las hojas secas que se encuentran, piedras de diversas formas y tamaños, ramas, hierbas, nos volcamos en todo un mundo de posibilidades que pueden conformar un mándala y tal vez nosotros poder recrearlos con otros materiales en casa.
La relación con la naturaleza se hace más intensa cuando nos dedicamos a observar como niños, con la mente dispuesta a aprender, enfocando los detalles y resaltando desde los modelos sencillos de
mandalas naturales como los más complejos.
Observar las flores, las cortezas de los árboles, los caracoles, serán claves para construir los mandalas propios luego con pétalos, hojas secas, ramitas u otros materiales que podrían servir para representar las mismas direcciones y tipos de retículas, generando así estructuras meditativas mucho más eficaces e inspiradoras, que llevan en sí mismas la magia de la vida.